Por Juan Hernández
En nuestra querida España, la de los dos bandos, la que sin duda es un país
de naciones de muy diferentes culturas, tenemos una masa de algo más de 36
millones y medio de personas en edad de votar.
Más de 10 millones de estos votantes, cuando la cosa estaba más que caliente en lo que a política se refiere en las generales del 2016, no votaron; vamos, que si hacemos una valoración, a estas personas les importa un pimiento su bienestar o el de sus vecinos, ya que era mucho lo que se estaba jugando en este país tanto de un lado como del otro, para no tener la coherente consciencia de la importancia de su voto. Era una época crucial, donde había posibilidad de un cambio real o por otro lado, imponer lo que ya tenemos. A estas personas, ni fu ni fa, pasaron ampliamente del tema y no ejercieron su derecho, que debería ser un deber.
Por otro lado, casi 8 millones de personas volvieron a votar al PP de manera inexplicable, ya que este partido tiene más casos abiertos por corrupción que el total de partidos del resto de la comunidad europea.
Ciudadanos, la mano negra del PP (ellos dicen que naranja), con poco más de 3 millones de votantes a los que se les engañó descaradamente y nadie levantó ni un dedo por ello.
Psoe con algo menos de 5 millones y medio y Podemos con poco más de 5 millones.
El resto, para que os salgan las cuentas, son en su mayoría, unos miles de votos a partidos conocidos en su casa solo a la hora de comer, teniendo en cuenta, por pura lógica, que ese voto es tirado a la basura para que todo siga igual.
Dicho esto, cogemos aire en nuestros pulmones, juntamos las palmas de nuestras manos y cruzamos las piernas en el suelo, como si fuésemos expertos tibetanos en busca del misterio de la vida.
Porque realmente, para entender esto, hacen falta varias cualidades que no todo el mundo tiene, empezando por mí mismo, ya que a día de hoy no he conseguido digerirlo del todo.
Si nos ponemos en plan derroteros, es relativamente fácil dar un discurso, un mitin e incluso una conferencia sobre lo ocurrido: Nuestro país tiene el número de incultos sobre política más alto del mundo, y eso unido a la poca sesera nacional, da a lugar ese impensable resultado.
Otra forma de verlo, es echarle directamente al culpa a los medios de comunicación de nuestro amado país que los dirigen solo 5 individuos y que está claro que abogan por la continuidad de los rastreros que nos roban el pan todos los días.
También existen quienes tienen la certeza de que las campañas electorales por parte de las unidades del cambio y la verdadera izquierda de nuestro país, no son todo lo claras que deberían ser, encasquillándose una y otra vez en las mismas frases en un círculo vicioso y sin ninguna salida, evitando ofrecer una vista clara de lo que se pretende conseguir.
Si nos ponemos a echar culpas, nos damos palos incluso entre nosotros mismos, por aquello de no haber hecho lo suficiente o no haber procedido correctamente, pero el caso es que el resultado es el que seguimos sufriendo gran parte de la ciudadanía y me temo, que lo seguirán sufriendo nuestros hijos y nietos aunque en las próximas elecciones se ilumine el cielo y gane Podemos con mayoría absoluta.
El daño, en muchos casos irreparable, ya está hecho, y sus consecuencias las pagaremos todas y todos con creces, que no os quepa duda de ello.
Dicen los sabios que hay que aprender de los errores, y en lugar de lamentarse, hay que procurar evitarlos en un futuro cercano.
Quizás el problema radique en esa incultura política que inunda nuestro país, donde hablar de política con amigos, vecinos e incluso familiares suele acabar en resultados no deseados, enfados y discusiones que no suelen conducir a nada, salvo a que te dejen un mal sabor de boca a todos por igual.
Más de 10 millones de estos votantes, cuando la cosa estaba más que caliente en lo que a política se refiere en las generales del 2016, no votaron; vamos, que si hacemos una valoración, a estas personas les importa un pimiento su bienestar o el de sus vecinos, ya que era mucho lo que se estaba jugando en este país tanto de un lado como del otro, para no tener la coherente consciencia de la importancia de su voto. Era una época crucial, donde había posibilidad de un cambio real o por otro lado, imponer lo que ya tenemos. A estas personas, ni fu ni fa, pasaron ampliamente del tema y no ejercieron su derecho, que debería ser un deber.
Por otro lado, casi 8 millones de personas volvieron a votar al PP de manera inexplicable, ya que este partido tiene más casos abiertos por corrupción que el total de partidos del resto de la comunidad europea.
Ciudadanos, la mano negra del PP (ellos dicen que naranja), con poco más de 3 millones de votantes a los que se les engañó descaradamente y nadie levantó ni un dedo por ello.
Psoe con algo menos de 5 millones y medio y Podemos con poco más de 5 millones.
El resto, para que os salgan las cuentas, son en su mayoría, unos miles de votos a partidos conocidos en su casa solo a la hora de comer, teniendo en cuenta, por pura lógica, que ese voto es tirado a la basura para que todo siga igual.
Dicho esto, cogemos aire en nuestros pulmones, juntamos las palmas de nuestras manos y cruzamos las piernas en el suelo, como si fuésemos expertos tibetanos en busca del misterio de la vida.
Porque realmente, para entender esto, hacen falta varias cualidades que no todo el mundo tiene, empezando por mí mismo, ya que a día de hoy no he conseguido digerirlo del todo.
Si nos ponemos en plan derroteros, es relativamente fácil dar un discurso, un mitin e incluso una conferencia sobre lo ocurrido: Nuestro país tiene el número de incultos sobre política más alto del mundo, y eso unido a la poca sesera nacional, da a lugar ese impensable resultado.
Otra forma de verlo, es echarle directamente al culpa a los medios de comunicación de nuestro amado país que los dirigen solo 5 individuos y que está claro que abogan por la continuidad de los rastreros que nos roban el pan todos los días.
También existen quienes tienen la certeza de que las campañas electorales por parte de las unidades del cambio y la verdadera izquierda de nuestro país, no son todo lo claras que deberían ser, encasquillándose una y otra vez en las mismas frases en un círculo vicioso y sin ninguna salida, evitando ofrecer una vista clara de lo que se pretende conseguir.
Si nos ponemos a echar culpas, nos damos palos incluso entre nosotros mismos, por aquello de no haber hecho lo suficiente o no haber procedido correctamente, pero el caso es que el resultado es el que seguimos sufriendo gran parte de la ciudadanía y me temo, que lo seguirán sufriendo nuestros hijos y nietos aunque en las próximas elecciones se ilumine el cielo y gane Podemos con mayoría absoluta.
El daño, en muchos casos irreparable, ya está hecho, y sus consecuencias las pagaremos todas y todos con creces, que no os quepa duda de ello.
Dicen los sabios que hay que aprender de los errores, y en lugar de lamentarse, hay que procurar evitarlos en un futuro cercano.
Quizás el problema radique en esa incultura política que inunda nuestro país, donde hablar de política con amigos, vecinos e incluso familiares suele acabar en resultados no deseados, enfados y discusiones que no suelen conducir a nada, salvo a que te dejen un mal sabor de boca a todos por igual.
Es posible que el causante de todo este embrollo sea un poco de todo lo escrito en este artículo y algunas cosas que seguro que se me olvidan, pero que tienen una solución muy oscura o al menos no visible a corto plazo; sencillamente, porque no hablamos de “convencer” a una persona, sino a todo un pueblo maltratado, estafado y lo que es peor: resignado.
Sí, empleo la palabra “resignado”, porque aunque le pese a muchos, es la que, desgraciadamente, mejor nos define como pueblo, como país, como españoles. Es posible que esta afirmación levante ampollas entre los 5 millones de votantes de Podemos, pero los otros 31 millones... poco o nada tendrán que rebatir.
Solo hay que darse una vuelta por nuestras propias ciudades donde vivimos, observar a las gentes por los centros comerciales, donde todos tienen las mismas tiendas de ropa (luego nos preguntamos de donde saca el sr. Amancio tanto dinero), los mismos restaurantes de comidas basura en la que la gente espera pacientemente a que se les atienda, pagando antes de comer y llevando y recogiendo su propia comida a la mesa que si tienes suerte has conseguido. Creo honestamente, que si en lugar de música pusieran audios de borregos que se escucharan por todo el local, la gente sería aún más sumisa si cabe.
Nadie protesta por nada, ni para preguntar el por qué de alguna cuestión absurda que se nos imponga, y para nuestra sorpresa, ocurren todos los días y nadie levanta un dedo.
Si te dicen que la calle está cortada, giras y en paz, si la comida está podrida o de dudosa procedencia, te callas y te la comes, si la cerveza no está fría, te aguantas, si la prenda de vestir que te compras se deshace cuando la lavas, la tiras y se acabó. Agachas la cabeza cual borrego y continúas tu viaje a comprar y comer en los mismos sitios donde te engañan o te envenenan.
Todo vale, si tienes una empresa de ropa, puedes encargar a los niños explotados Tahilandeses que te la confeccionen por una miseria y la vendes a buen precio en tu país. A esto le llaman ser un gran empresario, ser un visionario y un modelo a seguir, y sigue nadie sin levantar el dedo.
La carne que os coméis en esos tinglados basura, proceden de vacuno, pero no te dicen que parte, si del rabo, el hocico o las pezuñas; solo vacuno. A ver quien levanta el dedo, a ver quien pregunta... la gente joven y no tan joven, guardan las colas para darse el festín de vete a saber qué.
Y eso no para en los centros comerciales, es el modo de vida que llevamos en todo lo que hacemos, acatamos las normas impuestas por tipos que apuestan por su futuro mientras nadie da nada por el nuestro.
Todo esto, conjuntamente con la televisión y demás medios de reducir la actividad cerebral, hacen que la gente deje de pensar por sí mismos, que seamos sumisos y obedientes y que poco a poco, dejemos de protestar e incluso de pensar por nosotros mismos.
La única lucha posible contra todo esto, es la propia consciencia que podamos transmitir a los que todavía nos escuchan y valoran lo que podamos enseñarles, pero es un trabajo muy pesado y poco recompensado a simple vista, ya que tarda demasiado en dar sus frutos para observarlo y disfrutarlo.
Si no creemos en esto, podemos tirar ya la toalla y darlo todo por perdido, porque ese trabajo no lo hará nadie por nosotros, nadie, ni siquiera pagando harán restablecer los valores que hemos perdido, que hemos dejado de transmitir a las nuevas generaciones que deben ser los encargados de continuarlo. Hemos dejado en gran parte, que unos cuervos indiquen a nuestros hijos el camino a seguir y eso es lo que tenemos que evitar para que todo cambie, para que sean los padres y verdaderos amigos con su experiencia los que marquen ese camino, esos valores, esa cultura política o humana que parece desvanecerse por su ausencia.
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